Una de las principales características de las criptomonedas es su gran volatilidad, que puede hacer que su precio caiga más de un 50% en pocos días o, por el contrario, aumente un 12.000% en solo unos meses. El equilibrio entre la oferta y la demanda, su utilidad, el sentimiento, las prácticas especulativas y las llamadas ‘ballenas’ son algunos de los factores que condicionan su fluctuación.

Un factor determinante en la fluctuación del precio de las criptomonedas es su baja adopción. Una adopción masiva ayudaría a regularlo, pero esto parece lejos de producirse: por un lado, su equiparación a las monedas fiduciarias no es total, ya que aún no tienen su facilidad para ser intercambiadas por productos y servicios ni la capacidad de constituir una reserva de valor estable, es decir, no garantizan que puedan mantener su poder adquisitivo en el largo plazo. Por otro lado, el aumento progresivo de la regulación podría sentar las bases para una mayor adopción; aunque, si la regulación es demasiado estricta, podría tener el efecto contrario.

Otro factor importante es la confianza. Las criptomonedas surgieron con el objetivo de descentralizar la gestión de los fondos de los particulares, por lo que caen fuera del control de las instituciones financieras. Esta independencia implica que su valor no está respaldado por los gobiernos centrales. Por lo tanto, los mercados no confían tanto en las criptomonedas como en las monedas fiduciarias, cuya oferta e inflación están controladas por los bancos centrales.

Las ‘stablecoins’ quieren ganar parte de esta confianza controlando su fluctuación mediante algoritmos o bien vinculándola a la de una moneda fiduciaria, activos materiales (oro, inmuebles) u otra criptomoneda, lo cual las hace menos volátiles. Un ejemplo de ello es USD Coin, ligada al dólar estadounidense, que está sujeta a auditorías y regulada por la Red de Control de Delitos Financieros del Gobierno de Estados Unidos.