El euro digital podría provocar que los usuarios trasladen sus depósitos de los bancos comerciales a esta nueva moneda digital, lo que reduciría una fuente clave de financiación para los bancos. Esto podría limitar su capacidad para otorgar préstamos, especialmente a largo plazo, afectando su rentabilidad y estabilidad financiera.

Para mitigar este riesgo, el BCE planea establecer un límite inicial de tenencia de aproximadamente 3.000 euros por persona, además de implementar mecanismos como el «waterfall» y «reverse waterfall». Estos sistemas facilitarían transferencias automáticas entre cuentas bancarias y wallets de euro digital, ayudando a gestionar los excedentes y evitar una fuga masiva de depósitos.

El euro digital también generará más costos a la economía. Y es que la integración de esta nueva moneda requerirá que los bancos inviertan en nuevas infraestructuras tecnológicas. Sin embargo, esta adaptación también abre oportunidades: los bancos podrían desarrollar servicios innovadores basados en el euro digital, generando nuevas fuentes de ingresos y fortaleciendo su competitividad frente a empresas fintech.

Por último, pero no menos importante, hay que tener en cuenta que la llegada del euro digital intensificará la competencia con fintechs y otros proveedores de servicios financieros, ya que estos podrían ofrecer alternativas similares. Esto presionará a los bancos a optimizar sus operaciones y a innovar. Al mismo tiempo, los bancos desempeñarán un papel clave como distribuidores del euro digital, lo que les permitirá mantener una relación directa con los clientes y ofrecer servicios adicionales.