Mientras algunos gobiernos exploran la incorporación de bitcoin en sus reservas, otros apuestan por las monedas digitales de bancos centrales (CBDC) como una alternativa controlada para competir. Proyectos como el yuan digital en China o la versión electrónica del euro, se han presentado como una evolución que busca captar el atractivo de los pagos digitales.

Sin embargo, las CBDC no son más que una extensión de los aspectos más problemáticos del sistema financiero tradicional. Lejos de representar una innovación liberadora, están diseñadas para reforzar la vigilancia estatal, con lo cual podrían no ganar gran adopción.

A diferencia de bitcoin, que garantiza autonomía y privacidad gracias a su naturaleza descentralizada, las monedas digitales emitidas por bancos centrales permiten a los gobiernos monitorear cada transacción, imponer límites e incluso congelar fondos a voluntad. En lugar de empoderar al ciudadano, se perfilan como herramientas de control.

En conclusión, la pregunta no es si más Estados adoptarán BTC, sino cuándo y de qué manera lo harán. El ejemplo del sector corporativo está ejerciendo una presión cada vez más grande sobre los gobiernos para que respondan a las demandas del mercado, mientras bitcoin sigue consolidándose como una alternativa sólida y estratégica.